En estas fiestras patrias, Criollo y Hortus celebraron con un festín de sabores típicos del Bajío con matices oaxaqueños y un maridaje de agaves
✍️: Andrea Chavarria | 📸: Cortesía
Este 12 de octubre culmina la inesperada reunión entre Criollo y Hortus , el restaurante oaxaqueño del chef Luis Arellano; una colaboración que rindió tributo al patrimonio culinario mexicano con motivo de las celebraciones patrias.
Ambos proyectos unieron más que fuerzas, pues a través del territorio y la filosofía crearon un efímero menú que celebró el origen, la temporalidad y la creatividad de dos regiones: Oaxaca y San Miguel de Allende.

La propuesta se construyó como un diálogo entre estas regiones, donde ambas cocinas comparten un mismo principio, el respeto por la tierra, los ingredientes locales y la expresión del paisaje a través del sabor.
La experiencia
El chef Arellano -de Criollo- presentó un menú inspirado en los principales sabores de Oaxaca, reinterpretados con productos disponibles del Bajío y un toque moderno con técnicas contemporáneas. Cada plato exploró la temporalidad de los ingredientes y la riqueza de los granos ancestrales y productos nativos.

El menú incluyó frijoles de la olla con nopales, verdolagas y requesón; croquetas de esquites con guacachile de epazote; mole de comino con cacahuates y camote al horno con tamarindo; pescado del día; enmoladas de coloradito con calabaza tamala y salsa macha; y para el toque dulce hoja santa, plátano macho y salsa de miltomate con pepitas de calabaza.
Y por supuesto, no podía faltar el maridaje que acompañó el recorrido con una selección de bebidas que rindieron homenaje la diversidad del agave y la elegancia del tequila mexicano: expresiones artesanales de Manojo Mezcal, elaboradas en pequeños lotes oaxaqueños, y la precisión de Casa Dragones.

Un maridaje el cual en un baile de sabores -de los destilados- encontró el balance ideal con los perfiles del menú. Durante el periodo de la colaboración, también se ofreció coctelería especial y degustaciones diseñadas para resaltar cada matiz.
Más que una colaboración, el intercambio entre cocinas de Criollo y Hortus, consistió en una forma de entender la hospitalidad y adaptabilidad de ingredientes y recetas, rodeados de paisajes. Una experiencia fugaz que permitió redescubrir la riqueza gastronómica mexicana desde una mirada actual, sensible y arraigada a su territorio.
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