Una de las bebidas que nos encanta y caracteriza a los mexicanos son las aguas frescas. ¡Conozcamos su historia y algunas refrescantes recetas!
Aunque parece cosa de todos los días, las coloridas, refrescantes y exquisitas aguas frescas de México, ya sea de limón, naranja, jamaica, tamarindo u horchata, tienen una historia que pocos se imaginan y proviene nada más y nada menos que desde antes de la llegada de los españoles, pues tienen un origen tan antiguo como las civilizaciones mesoamericanas.
Todo inicia durante el imperio azteca, pues las aguas frescas eran fundamentales para saciar la sed de los guerreros y viajeros tras largas travesías. Los aztecas recolectaban agua de manantiales o ríos, que luego combinaban con frutas machacadas o flores molidas. Esta mezcla resultaba en una bebida refrescante y revitalizante que formaba parte de su dieta diaria y utilizaban ollas de barro para mantener la temperatura baja. Una receta que emplea algunos ingredientes de la época es la de hoja santa y limón.

Ingredientes
Preparación
- Licuar todos los ingredientes hasta obtener una mezcla homogénea, servir en un vaso con hielos.
Tras la llegada de los colonizadores españoles, se transformaron aún más. Fue entonces cuando las aguas frescas comenzaron a ser endulzadas y, en algunos casos, se integraron con leche, dando lugar a variantes como la horchata. Este proceso de adaptación refleja cómo las aguas fresca han logrado fusionar ingredientes locales con técnicas y productos traídos de Europa, dando lugar a una bebida que es un claro reflejo del mestizaje de culturas culinarias.
Siglo XIX, XX y XXI: la evolución de las aguas frescas
En los tiempos de Porfirio Díaz y hasta la década de 1930, las aguas frescas eran conocidas en algunas regiones del país como “refrescos“, un término que aún se utiliza en ciertas áreas del sureste mexicano. Durante este periodo, las bebidas seguían siendo preparadas en casa y en mercados locales, pero se empezó a hacer uso de frascos vitroleros, grandes jarras de vidrio que permitían observar su contenido.
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Estos frascos, con capacidades que oscilaban entre los 5 y 10 litros, se llenaban con hielo para mantener las bebidas frescas durante más tiempo. Este proceso de conservación no sólo garantizaba la frescura, sino que también hacía de la presentación de las aguas frescas un elemento visual que complementaba la experiencia de beberlas.
Hoy en día, siguen siendo una bebida esencial en la vida cotidiana de los mexicanos. Variantes como el limón con chía, jamaica, tamarindo y horchata son ampliamente consumidas, así como de cacao que retoma nuestras raíces. El uso de ingredientes naturales, como las semillas de chía, refleja la continua conexión con la salud y el bienestar. Han evolucionado en sabor y presentación incluyendo nuevos ingredientes, pero siempre conservando su esencia: una bebida fresca, natural y rica en historia, así que para beberte parte de ella, te invitamos a preparar el agua de espinaca con chayote y hierbabuena.



Ingredientes
Preparación
- Licuar el chayote, la espinaca, la hierbabuena y el agua hasta obtener una mezcla homogénea.
- Colar y agregar el jugo de limón.
- Servir en un vaso con hielo y rodajas de limón.
A través de los siglos, esta bebida no sólo ha saciado la sed, sino que también ha servido como un recordatorio de la riqueza cultural de México. Desde sus orígenes prehispánicos hasta su adaptación moderna, las aguas frescas siguen siendo un testimonio de la creatividad y la tradición que caracterizan a nuestra gastronomía.
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